miércoles, 9 de septiembre de 2009

Algo de la poesía lésbica Venezolana, Olympia bajo la pluma de Manón Kübler

Olympia I

hagamos usted y yo un largo viaje por la casa de los vivos. de esos ejemplares que, bien conservados preguntan de usted y de mí. hagamos un alto en el recorrido sobre mi cama para sabernos vivas, que somos la parte parecida a las tormentosas rayas de la noche, las que no vemos, las que no probaremos nunca. deme usted la parte del cuerpo, esa orilla que nadie conoce, ni siquiera las intimidades de su baño ni los pudores discretos de su espejo, quiero acostarme con usted a esta hora para saber que la tengo debejo de una mano, las rodillas en su riñón, su espalda repartida.

Olympia III

he terminado con el drama. adolezco de la falta, del aullido brutal y mudo a media noche, del insomnio, de la deuda, del rigor entrando a las ventanas o a la edad. ya no tengo historias crudas que merezcan ser contadas , no me animan las formas nimias ni los cuerpos fríos. la indiferencia cesó su delicioso juego de matarme. estoy evaporada de pasiones. pasé de la agónica existencia al respaldo de la cama, a los pies en alto del descanso. noto mis transformaciones: las mujeres no me rasgan sus recuerdos no se entierran regreso a la casa, contenta de tener casa sin soñar con el fracaso sin aspirar a lo irrevocable al abismo a los brazos inertes, para siempre inertes de un cuerpo maltratado. no me azotan mis filisteos comentarios ni me hieren los idiomas. la lupa de mi lengua no se altera sobre cuerpos inventados no seduce no adora. noto con horror, sin valentía, que comienzo a ser feliz.

Olympia IV
supongo que este aventurado ascenso de hoy por las inveteradas paredes de la euforia ha de conducirme prontamente a un abismo indescriptible. digamos que eso no tiene importancia en la medida que podamos, usted y yo, malograr la criatura de la falta, como ha de hacerse en las mejores poesías germanas, donde la indolencia pasa a ser forma de duda y de tragedia para el más inmune de los hombres. lamento ser tan angustiosamente moral y pretender que para tocar uno solo de sus senos tenga que decirle tanto.

Olympia XI

con un levísimo dolor que podría ser de cabeza, un ocio instalado en los entornos de la casa, el descanso agradecido de mi cuello, lejos, una o dos horas lejos de la voz avinada que recuerdo más tarde, protegida de mí, de esos recovecos que dicen de mi pasado, de la oscura vehemencia que quiere verme caer asomada a las ventanas como viendo algo o viendo algo, no sé qué, pensativa y ausencia para los amigos que vendrán, para la amante fiel que ya no gusta de un beso ni respira detrás de mi almohada, más tarde, con un juego que intenta la horca, una exposición tendida a la morbosidad de mis pérdidas, a los asesinos, a los cautos, una atmósfera cruzada en mi dormitorio donde se asoman ellos para que mi sueño sea siempre el temor a lo oculto, la desprotección, la palidez de una siesta en soledad. que no sea mi cuerpo esto que estoy tocando, la fría orilla donde mi mano se repite monstruo. búscame lugar donde están tus eventos sacude mi cabeza a las diez de la mañana despiértame y busca auxilio hazme resonar con la voz tuya en un estruendo la voz que me saca, de los olores a entraña muerta que se posan en mi cuarto esta voz tuya que no quiere acudir porque sabe ya que soy un pozo.

Olympia XVII

lumpen reincidente. desgracia vespertina repitiendo cada tarde. empleo absurdo de las formas conocidas. asco agobiante fiel visita instalándome en mi voz o debajo de la mesa en el espacio íngrimo de mis pies. presencia fiel descansando en el lado vacío de la cama o posando sus heladas patas sobre mi espalda. ruina sujeta a este andamio que soy, manos sudorosas dando vueltas como noria al irresistible cuello. cuántas puertas cuánto por matar asco por el drama de la tarde por el cándido paso de las aves por el acento y por la voz inconmovible por el pálido esfuerzo de ser otro, morir en otro idioma bajar los puentes y enredarme en el cuerpo remotísimo de Hungría no ser esto ni atravesar tanta espesura abdicar a las nueve y entregarme al sueño.

Olympia XXIV

ahora sé que no moriré esta noche. si transcurro, y si recorro perdida entre resplandores y seres me encuentro en la forma del espejo que separa mi cuello de los otros. si subiendo por intrincadas escaleras y sostenida en barandas he vivido cayendo ahora sé que no moriré esta noche y es porque reposo en el lado vacío de la cama, repetido lado que nombro en minúsculas, y enumero, y quejado va en textos y entiendo que seguirá el vacío aún con la sólida sombra de una hermosa reposando. ahora sé. la mano tendida buscándose en la aridez la falta reventando con esa voz que mancha almas de niños cuando nombro y donde está el espacio reinado que cubren tus hijos y donde está el sueño dictado mientras yo escribía. y sé que no me apodero del gatillo porque no es la voz mía la que despide para siempre los fetiches con que decoro mis ideas, esta noche que no será la última aunque quiera y me sienta demonio con su tos menor y con la arritmia de mis brazos que hinco sobre la máquina para el levantamiento de la queja a punto de morir porque sé que esta noche no es.

Manón Kübler

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